Empanada de pulpo petrolero
Tres partes de Primus, dos pedazos de Polvo espolvoreado con Televisión y puesto a las brasas de Sonic Youth. Pero no está listo. El stroganoff inglés que llegó a la escena del rock como un batazo a la cien apenas está agarrando forma. Igual que la portada de su debut, Schlagenheim, las canciones de Black Midi están saturadas de objetos familiares que se mezclan en una sopa primordial en la que pierden sus significados originales. Queda una plasta amorfa que, si alguna vez fue de este planeta, ya es totalmente alienígena.
No son punk, pero el último minuto de “Reggae” y el primero de “Near DT, MI” te gritan que lo son. Son cuatro niños de Londres que con un riff country comienzan “Western” y que, sin dejar el riff, la morfan de golpe en algo que le saca lágrimas a Maynard James Keenan. También son los que al minuto 3:23 pasan por una trituradora a “953”, la misma trituradora de los profesores de The Wall, y la sacan del otro lado como un helado de menta y chocolate acelerando a mil por hora por la carretera. Describiría la segunda mitad del disco, pero “bmbmbm” cambia cada vez que la tocan en vivo entonces ni me voy a molestar. Algo similar sucede con “Of Schlagenheim”, la cual, cada vez que crees que irá para la derecha, despega y se va a Neptuno. En resumen, llegó el sonido de black midi. Quién sabe de dónde, quién sabe para dónde irá, pero, eso sí, si crees que el rock está muerto pon “Ducter”. Es más, pon todo Schlagenheim.
Canciones favoritas: "953", "Reggae", "Near DT"
Menos preferidas: "Speedway"