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Giants in the sky: en memoria de Stephen Sondheim

Actualizado: 30 ene 2023

Maybe you could show me how to let go / Lower my guard / Learn to be free. Maybe if you whistle / Whistle for me. ~ "Anyone Can Whistle"

¿Quién fue Stephen Sondheim?


Orden, diseño, tensión, balance… armonía. Stephen Joshua Sondheim fue mi maestro como también fue el de muchos otrxs, nunca literalmente, pero sí desde la experiencia. Su obra me enseñó a escuchar la música con toda la atención posible. Es gracias a su composición que nace en mí la diferencia entre oír y escuchar. Su complejidad musical siempre fue de la mano con su portento lírico: sus leit motifs, la inversión de una sola melodía para focalizar un aspecto narrativo diferente o un delicioso juego de palabras que sustente el carácter inteligente de un personaje, le otorgaron un sinfín de nuevos significados a la composición en el género. Bajo su puño todo parece ser una decisión novedosa e inesperada, aunque con más de sesenta años de carrera claramente existen elementos que se vuelven repeticiones, en su mayoría por una cuestión de estilo.

Sondheim siempre supo qué era lo necesario: fueron pocos los momentos en los que cayó en el exceso musical. Siempre fue un compositor exacto, trabajaba con una cautela que podía durar años. Las notas que remarcan el deseo de venganza de un barbero sanguinario en Sweeney Todd, el romance jovial trastocado por una lucha de bandos rivales en West Side Story, la frustración de una Cenicienta sin final feliz en Into The Woods, o los recuerdos, tanto tristes como felices, de una vida bañada en sueños de estrellato explorados en Merrily We Roll Along y Follies, se formulan en sus libretos de tal forma que resuenan con lo más cotidiano de nuestras emociones aunque no tengan absolutamente nada que ver con nuestros contextos individuales.


Lo que lo hizo grande


Así, el hecho de únicamente incluir lo necesario —como lo podría ser modificar un único sostenido en el segundo compás de la melodía principal en un número— va más allá de lo que pide la escena o las motivaciones de cierto personaje, a su vez responde a un posible deseo de Sondheim por crear obras musicales que contemplaran, a través de comentarios ocultos en lo ficcional a las condiciones humanas y sociales en su vida como en Company, al criticar el sistema matrimonial del cual no fue partícipe sino hasta el fin de su vida. Entonces, componer la música e idear la lírica desde este punto de vista le da una razón de ser a su cuidado: presentarle a la audiencia una suerte de símil a sus vidas cuando no se encuentran sentados en una butaca. Sondheim también es maestro desde esta intencionalidad, que lejos de sólo entretener por un par de horas, plantea propuestas autorreflexivas sobre ser persona.

Sería extraño que él mismo le hiciera esta lectura a su metodología; probablemente habría dicho que al componer con calma y precisión le devolvía lo aprendido a su maestro, Oscar Hammerstein. Sin embargo, poner todo ese cuidado en construir su obra igualmente fue su manera de regalarle al mundo visiones para un teatro musical mucho más amplio que el de sus antecesores; extenso en lo temático, lo auditivo y lo experiencial. A partir de sus obras, el teatro musical se vuelve un espacio mucho más emocionante, centrado en la sentimentalidad, en la empatía y los aspectos realmente humanos de nuestras vidas, todo lo que nos hace querer (o no) compartirse con le otrx.


En memoria de Stephen Sondheim


Éstas son algunas de las razones por las que él, como compositor, parece tan esencial e importante tanto para mi como para muchos otros. Aunque por más que me apasione yo nunca haya participado en una obra de teatro musical, atender la obra de Sondheim generó un espacio muy grande para repensar el acto de crear. Por un lado, gradualmente me ha abierto las puertas a otras formas de comprensión de la vida mientras que, como Seurat en Sunday In The Park With George —sin poder terminar su cuadro por su obsesiva atención al detalle—,también en mi propio proceso creativo, han quedado un sombreros sin terminar de pintar: crear siempre ha sido algo inconcluso pero no necesariamente negativo. Seguramente Sondheim compartía el sentimiento, pensando en la forma en la que caracterizó al impresionista francés.

Podría ser que por sentimiento en Sondheim, el dramaturgo James Lapine decide cerrar el libreto de Sunday con una breve alusión a su colega con sutileza: “Blanco. Una página o lienzo en blanco. Su favorito. Tantas posibilidades”. Quizá ésa es la memoria de Sondheim hoy: la posibilidad de crear y poner el cuerpo visceralmente en la creación sin miedo a las transformaciones. En mi caso, parece que ahora es más claro que existo porque Sondheim me dio las herramientas perfectas para seguir contando la vida, ficticia o real, empezando por la suya, sin jamás olvidar el impacto que tuvo y siempre tendrá en la mía.

A diferencia de él, probablemente yo nunca tenga la versatilidad verbal para hacerle justicia a su figura, su genio y persona, pero por ahora,

estas palabras salen de mí para recordarnos quién fue el hombre que vio generaciones del teatro evolucionar, en buena parte por su propio trabajo.

Escribo hoy porque en el duelo reconozco que, al igual que miles de personas, sin Steve —como siempre se presentó ante personas que recién conocía— definitivamente sería alguien más, alguien que no escucha, ni pone en palabras lo que la música siempre le ha hecho pensar aún sabiendo que el proceso de expresión siempre estará suspendido en el tiempo por la finitud del cuerpo que me contiene.

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