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Los 50 álbumes favoritos de Cluster 2010-2019, parte 3

Actualizado: 26 may 2020


 

Metronomy // English Riviera (2011)

por Alex Ramírez

 

En un principio, English Riviera de Metronomy parece estar cubierto por una arenosa capa de riffs despreocupados, una batería simple, un bajo insoportablemente seductor y, en ocasiones, sintetizadores que compactan las canciones en la forma de una bonita concha marina. Pero detrás de las panderetas y la diversión inocente habita, en el corazón del disco, una sirena que te engaña con su hermosa voz con la única intención de arrastrarte a las profundidades. Nunca un álbum ha sido tan engañoso. A través de todas sus canciones hay una oscuridad latente, enterrada profundamente debajo de la arena y el sol, la cual, si te engancha, es poco probable que te suelte. Debería venir con una advertencia para todos los que estén en una relación. La advertencia se leería: “Escuchar este disco hará que inevitablemente pierdas la cabeza y engañes a tu novia/o con una brasileña/o en Australia.” No puedo, en mí no tan sano juicio, recomendar este disco. No escuches The Bay, ni She Wants y definitivamente no escuches todo el disco en orden de principio a fin. Pon algo más agradable como Cannibal Corpse o Marilyn Manson. English Riviera es el equivalente sonoro de Narciso mirándose en el reflejo del agua. No hay forma en la que no te enamores. Para cuando termine Love Underlined sabrás si regresas al disco o a tu relación. Desafortunadamente uno de los mejores de la década y el que más vidas ha destruido.


 

Adele // 21 (2011)

por Mariana Sánchez

 

Creo que éste ha sido uno de los álbumes más significativos de mi vida, y definitivamente de mi década. Su relevancia se gestó porque éste fue el primer álbum físico que compré para mí: tendría unos 11 o 12 años y estaba en Plaza Altavista, en una tienda de discos con una amiga; no recuerdo muy bien la situación, pero el punto es que, sin siquiera conocer a la artista, lo compré por recomendación. Llegué a mi casa y de inmediato corrí a mi radio para poner el disco y reproducirlo; comienza a sonar la primera canción y pronto empieza a vibrar en mis oídos una voz que en poco tiempo se convertiría en una de las más características y emblemáticas de la década, y es que la naturalidad con la que sale esa potencia y sentimiento son verdaderamente innegables. Las canciones que le siguen son todas románticas, todas con un estilo R&B acústico, con una presencia importante pero siempre secundaria de las coristas y la batería. Recuerdo que, fomentado además por mi mamá y mi hermana, que también se convirtieron en fans casi de inmediato, fue el único disco que escuchamos por lo menos por un par de semanas, tanto así que obviamente me terminé aprendiendo todas y cada una de las canciones (aunque algunas fueran en “washa washa”), y tanto así que, con este álbum, ocurrió el descomunal fenómeno (al menos en mi casa) en el que cuando escuchas alguna canción, de inmediato te rememora épocas que quizás por eso jamás quedarán en el olvido.


 

Lorde // Melodrama (2017)

por Clara Hoffmann de Buen

 

Me cuesta trabajo describir todo lo que este álbum significa para mi. Green Light es la primera canción que escuché cuando cumplí 18 años y obligué a mis mejores amigos a bailar conmigo a las 12AM, Writer In The Dark es la canción en la que pienso cuando planeo cantar a todo pulmón, Liability ha sido el soundtrack de más llantos de los que pienso admitir y nada se compara a cantar The Louvre en el coche cuando vuelves de una fiesta a las 2 de la mañana. Melodrama fue el más fiel compañero que pude haber pedido durante los peores años de mi adolescencia. El álbum forma parte del género “pop” y “electropop”, y fue producido y escrito por Lorde y Jack Antonoff, miembro de Bleachers y Fun. Lorde ha explicado que el álbum gira en torno a la soledad, el desamor y experiencias características del fin de la adolescencia – y vaya que lo hace. No entiendo cómo la artista consigue describir momentos que pensarías tan íntimos e individuales de tal forma que parece conocerte a la perfección. Lorde tiende a aparecer cada dos años, sacar un álbum increíble, hacer una gira mundial para este mismo y después volver a una vida anónima. Esto sucedió con Melodrama y sucederá con su siguiente obra y, honestamente, no puedo esperar a ver qué ocurrencias acompañan a la artista esta vez.


 

Japanese Breakfast // Soft Sounds From Another Planet (2017)

Por Mathias Ball Escamilla

 

Mientras que el debut de Japanese Breakfast, Psychopomp, estaba centrado en el pasado y la atmósfera lo-fi de sus canciones ayudaba a transmitir un sentimiento de nostalgia, Soft Sounds From Another Planet es casi el caso contrario. El enfoque de Michelle Zauner parece estar en el presente, desde donde recapacita los problemas del pasado (con parejas, consigo misma) y se prepara para lanzarse a la incertidumbre del futuro (con el apoyo de amistades y parejas y la fortaleza que gracias a ellas ha forjado). Esta mezcolanza temática se ve reflejada musicalmente; el álbum es más complejo, contiene matices más variados, utilizando tanto un sinnúmero de efectos y teclados electrónicos como guitarra y piano acústicos; la atmósfera del álbum suena como la combinación entre las ideas de los futuros fantásticos de la ciencia ficción y la mundanidad de la vida cotidiana en el presente. Es por eso que para mí Soft Sounds From Another Planet evoca imágenes de un viaje espacial de juego: la nave y el casco hechos de cartón, las persianas cerradas para emular la oscuridad del espacio, las luces de navidad centelleantes que hacen que todo parezca tan real.


 

Tamino // Amir (2018)

Por Bruno Armendáriz

 

Es bien sabido que, musicalmente, las fusiones culturales suelen propiciar ambientes sonoros inexplorados y enriquecidos por las diferencias de sus componentes; su aparentemente secreta compatibilidad revoluciona las sensaciones y los sentimientos, confunde, encanta. El álbum debut del cantautor belga-egipcio no sólo logra fundir melismas y texturas árabes en el indie rock alternativo de occidente, sino que consigue una poderosa impresión de intimidad. La música de Tamino plantea algo de reflexivo y contemplativo a través de sus vaivenes vocales, cuyos recursos e intercalaciones trascienden el ornamento y el virtuosismo superfluos, para convertirse en el vehículo de una nostalgia hipnótica. Es de admirar la capacidad musical en el álbum de complementar su finura auditiva con sus imágenes líricas: las sensaciones de densidad y pesadumbre tan características del disco se extienden en un espectro maravilloso, que roza momentáneamente la luz en canciones como “Sun May Shine” o “Intervals”, y exacerba la penumbra en canciones como “Habibi” o “Indigo Night”. Definitivamente valdría la pena darle seguimiento a los futuros proyectos de Tamino y mantenerse al tanto de su evolución artística.


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