Se está formando una orquesta
que no tiene documentos:
es la música moderna
del gran baile curandero…
Cuatro años después de su primera publicación discográfica, Mercado de los Corotos (2018), y tras un tiempo actuando bajo pseudónimos y su propio nombre en otras áreas de los procesos musicales (específicamente la producción, lo cual hace particularmente bien), Augusto Bracho finalmente regresa —de manera casi inesperada— con este bello disco, un tributo a la nostalgia, el movimiento y las raíces. Aquí, da prueba de que no se necesita mucho más que una guitarra y una voz —o dos: la breve pero valiosa aparición de Laura Itandehui en “Cruz del Ávila” amerita mención— llenas de matices para transmitir una gran variedad de canciones (¡y la variedad que puede existir con los boleros!). Cada una con su característica complejidad (o simplicidad, que también tiene su encanto), a lo largo del álbum podemos encontrar armonías que se mueven hacia lugares que tal vez no serían los más predecibles, rasgueos y ritmos retozones, o recursos casi teatrales que se van usando con la voz.
En este disco se entrelazan dos narrativas, dos amores que se rememoran en las imágenes desprendidas de los versos juguetones en cada canción. El primer amor es Venezuela, país de origen del autor, presente en boleros como “Yo te recuerdo, Caracas” y “En Chapellín” o en el candombe “Cruz del Ávila”, con un permanente sabor agridulce de recuerdo y añoranza. El segundo amor es el de los ojos descritos en “La corazonada”, la boca en “Alabanza de tu boca”, o el cariño al que llama en “Ven”, con una ternura fresca, llena de vida. En contraste, cabe siempre algún desamor arrancado, como en “Nubarrón pasajero” o “Lo barato sale caro”.
Regresando un poco, y para profundizar en cada momento que conforman estas nueve nuevas canciones, me gustaría recorrer la narrativa que se va construyendo de una manera muy limpia y claramente pensada a lo largo del álbum. Música Moderna abre con el son “La corazonada”, que introduce la dupla instrumental con melodías juguetonas y versos de un romance expectante. “Nubarrón pasajero” es un bolero en un ritmo más tranquilo; es de esas canciones que, si se escucha sólo la melodía o armonía, parecerían ser alegres, pero al escuchar la letra, está cargada de esta tristeza que ya quedó tan atrás y ahora es más bien nostalgia (“Soy en tu historia celeste / como aque nubarrón pasajero / que en todo su fervor, / ignorando al sol, / dejó un amor perdido nomás”). En contraste con el anterior, “Yo te recuerdo, Caracas” es un bolero azul desde el momento en el que la guitarra deja sonar los primeros acordes; luego, la voz se suma y suma al sentimiento, con un timbre más aterciopelado, cariñoso, añorando. “Cruz del Ávila” agrega una variedad rítmica y tímbrica deliciosa, con el acompañamiento de la voz de Laura que simplemente complementa a la de Augusto en los tarareos del coro; mientras, los versos retratan una imagen de un antaño, la imagen del monumento en Caracas que lleva el mismo nombre.
Volvemos a los ritmos sabrosones y más felices con “Alabanza de tu boca”, una guaracha eufórica de amor, con sabor a mar . “Lo barato sale caro” es sin embargo, probablemente la canción más triste de todo el álbum: completamente desdichado por un amor al que despide, Bracho canta en el coro “tu desprecio no lo quiero, lo barato sale caro”, y no hay mucho más que decir al respecto. “En Chapellín” cuenta una historia de amor que parece como de infancia, con todos sus matices, sus momentos felices y los que no lo son tanto, y que en cinco estrofas se acabó. El bolero que canta en “Ven”, ya hacia el cierre del disco, es una canción tan vulnerable como el cariño más dulce; es un poema que desnuda el alma e invita a corresponder la calidez. El cierre del álbum, “El Templo”, está por todos lados: los primeros versos parecen ser un recitativo sobre una base armónica muy tensa; luego entra una guitarra más arpegiada y las melodías en un tono más tranquilo; finalmente, esta estructura se repite y se despide con la introducción a la música moderna (véase la cita del principio de esta reseña).
Música Moderna (o Boleros actuales sobre la fantasía de un migrante) fue una linda sorpresa de fin de semana, en la que Augusto Bracho demostró, una vez más, tremenda maestría del sentimiento y la musicalidad, tan auténticos, que parecería que lo logra natural. Podría decir que es un álbum casi paradójico, tan complejo y simple a la vez, que vive en el pasado y el presente, funciona perfectamente en conjunto y también por separado, que se puede escuchar estando enamoradx o con el corazón roto, en la playa o en la ciudad.
Canciones favoritas: "Cruz del Ávila", "Alabanza de tu boca", "En Chapellín", "Ven"
Menos preferidas: N/A
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