Sejo Hatori, anagrama de José Torija, creador del proyecto, es un artista mexicano con tres EPs: sagre2 (2019), NME (2022) y ejercicios de cabaña (2021), este último coproducido con Wet Baes. Con un sonido cercano al rock alternativo y con influencia del indie, Sejo Hatori se ha nutrido tanto de los exponentes angloparlantes como del rock en español; específicamente, de la escena argentina de los años 70 y 80, que definieron sus aspiraciones líricas. A propósito de esta nueva edición del minuto con, Sejo Hatori nos comparte los pormenores de su proyecto y una que otra intimidad musical.
Bruno: ¿cuáles han sido las bandas o los movimientos musicales que te han marcado?, ¿cuáles han sido tus exploraciones sonoras?
Sejo Hatori: En realidad, yo empecé a clavarme en la música hasta los veintitantos años. Lo que sí es que tocaba el piano desde chiquito y eso me introdujo al instrumento y a la música; empecé a componer como a los 17, 18, y ahí necesité una guía, una influencia. Como yo escuchaba música en inglés durante mi infancia, eso era lo que yo quería hacer. Después, fueron algunos amigos los que me introdujeron a la música de Gustavo Cerati, de Spinetta, de Soda Stereo, al rock argentino de los 80, 90, gracias a eso me di cuenta de que se podía hacer rock en español. A raíz de la escucha y el estudio de esos proyectos, empecé a componer, y siento que mi música está muy ligada a esa escena musical.
B: La influencia del rock argentino queda patente, más allá del sonido, en las letras de tus sencillos “Miel” y “Gitana”. Se nota la tentativa por utilizar un lenguaje cada vez más metafórico, más plástico, que pueda darle un giro a los temas de siempre: el amor y la pasión.
SH: Sí, fue algo que aprendí gracias a Cerati, que fue en lo que más me he clavado: no decir las cosas de manera tan directa, me gusta mucho el lenguaje poético, generar imágenes a través de las palabras, y que haya mucho espacio para la interpretación del público. Siento que hay muchas letras que te lo dan ya muy digerido, y aunque no son necesariamente malas, no dejan espacio para que tú, como público, puedas significar la canción. Si la letra es muy digerible sólo puede tener un significado. Aunque dar mucho espacio interpretativo también es un arma de doble filo, porque la gente puede decir “Wey, no entiendo nada, no sé qué estás tratando de decir” y a veces me confronto con eso. Puede haber gente que no entiende nada, pero también puede haber gente que se complace interpretando las canciones, y eso se me hace muy valioso: se trata de exigirse a uno mismo como letrista, de encontrar otras maneras de decir las cosas.
B: ¿Crees que con este espacio de interpretación el público pueda apropiarse de la canción?
SH: Sí, creo que con o sin ese espacio interpretativo la gente puede identificarse con las canciones, simplemente una es así, tal cual, y la otra te deja colaborar. Yo, cuando leo o escucho letras que me dan eso, me gusta más, porque el artista no me está obligando a sentirme de una manera u otra, me da libertad.
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