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Stevie Ray Vaughan, maquinaria de sentimiento

Actualizado: 14 may 2022

Como las palabras y las razones son todas caminos asegurados a la discordia, valdría la pena retornar los sentidos a aquellos terrenos de extraña coincidencia por donde las dudas no asoman, y las almas, casi siempre silenciadas, se entregan al deleite. La música, como transparencia emocional, ofrece las posibilidades de sincerar las pasiones y exhibirlas con una cabalidad tan aterradora, que muchas veces las palabras las traicionan. Para acceder a ese estado de total entendimiento se requieren personajes improbables capaces de insuflar, nota por nota, un lenguaje de sensaciones puras que imposibilite todo tipo de traducciones y paráfrasis, imponiéndonos el peso de una revelación momentánea que, disruptiva y casi siempre imperiosa, termina por usurparnos la indiferencia y dejar nuestro cuerpo y nuestra mente a la merced de su discurso. Afortunadamente, han existido unas cuantas personas así de geniales que supieron resistir lo entendible y se enfrentaron, con poco más que una guitarra trasnochada por el uso y el feeling corrosivo del blues, al abismo crónico de lo inenarrable.

Al hablar de expresividad y de franqueza musical hay que referirnos a Stevie Ray Vaughan como uno de los máximos exponentes. Y es que aquel estrafalario personaje de energía inagotable o desconocía la sutileza o repudiaba decididamente los términos medios: el espectro sonoro de su vencida stratocaster va de sus estremecedores alaridos y rabietas pentatónicas en canciones como "The sky is crying", "Texas flood" y "Pride and Joy", hasta sus prístinos y melifluos desdoblamientos instrumentales en piezas como "Lenny" y "Riviera Paradise". Sea cual fuere su registro emotivo, una cosa es innegable, y es que la música de Stevie Ray sólo oscilaba entre paroxismos: algunos de furia y desenfreno y otros de dulce arrobamiento, pero todos, sin excepción, extremadamente elocuentes y contagiosos.

Por otro lado, si bien es cierto que el blues, como género musical, es mundialmente conocido por su cariz nostálgico y sus desgarradoras ilustraciones sobre el abandono y los viajes en tren, las interpretaciones de Stevie lucen más como la cúspide de un blues filtrado por la catarsis juvenil de los sesentas que, osada y bajo el imperativo del cambio, reinventó aquellos sonidos tradicionales incorporando influencias del rock. Quizá el ejemplo más evidente de esta transformación es la ahora leyenda Jimi Hendrix, de quien Stevie retomaría las vigorosas y conmovedoras texturas guitarrísticas, y quien fungiría como la mayor influencia estilística de su música junto con el también clásico Albert King.

La importancia y la influencia de estos músicos en el blues actual radica en su capacidad de revolucionar las formas del género, habiendo convertido al blues, tradicionalmente visto como una cadencia del desamparo, en una expresión que podría trascender el lamento o, al menos, explorarlo desde diferentes perspectivas. Lo fascinante y, a su vez, la mayor aportación -a mi parecer- de la música de Stevie Ray Vaughan, es su habilidad incisiva de penetrar en las fibras sensibles de todo aquel que lo escucha: su genio y pureza crearon un blues ácido, avasallador de la inexpresión, que impone contorsiones faciales de todos tipos, tensiones gimnásticas en la boca y las mejillas. Su música representa la entrega total al contacto con las cuerdas, una manera casi mística de escurrir los acordes y los licks (literalmente, si recordamos su sudoroso concierto en El Mocambo, cuyos reflectores iluminaron en el perfil del maestro las cascadas pasionales).

A Stevie Ray Vaughan le debemos los últimos alcances dramáticos del blues por llevar la expresión musical a sus últimas consecuencias, involucrando, desde la primera nota, el cuerpo y el alma en una especie de trance, donde las sensaciones son tomadas por verdades y las verdades por bendings de guitarra. Ahí tenemos a Stevie, fabricando e infundiéndonos pesares, frenesís y enamoramientos a base de golpes, caricias y torceduras a su eterna stratocaster… Stevie Ray Vaughan, forjador de vivencias, Stevie ray Vaughan, maquinaria de sentimiento.

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