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"Butterfly": realidad, no tragedia

El debut autotitulado de Weezer, conocido coloquialmente como the Blue Album (1994), fue un éxito increíble cuando salió, gracias a sus melodías infecciosas, el humor autocrítico y la cultura geek de sus letras, los solos de guitarra de Rivers Cuomo y un par de videos geniales dirigidos por Spike Jonze. Desde el principio se le reconoció, tanto por críticos como por escuchas, como una obra maestra del pop, y catapultó a la banda al estrellato casi de la noche a la mañana. Los efectos que la fama tuvo en Rivers —principalmente, el vacío emocional que sintió al ser una estrella de rock— fueron esenciales para la composición y producción del siguiente álbum de la banda. Especialmente en comparación con the Blue Album, Pinkerton (1996) es realmente oscuro: sus letras son íntimas y confesionales al punto de ser algo incómodas, la música es visceral, brusca, y carece de la producción tan pulida de su predecesor. Todo mundo lo odió. Hoy en día, a Pinkerton también se le considera una obra maestra (en 2016 superó un millón de ventas y tanto Pitchfork como Rolling Stone lo incluyeron en sus listas de los mejores álbumes de los 90), pero la recepción negativa, casi antagónica, que recibió el disco cuando salió afectó severamente a Cuomo (lo cual tiene todo el sentido del mundo, considerando la naturaleza tan personal del álbum): la banda desapareció de la faz de la tierra por casi tres años y nunca volvió a ser la misma. Por los últimos 20 años Rivers no ha salido de su zona de confort, sacando álbum tras álbum de calidad variada (algunos buenos, otros totalmente basura) de rock simple y seguro, con la letra más vacía y menos personal que podrían imaginarse. Pero hoy no quiero hablar de la trayectoria de Weezer, hoy quiero hablar sobre Pinkerton.


Yo también odié el álbum cuando lo escuché por primera vez. Fue durante el verano del 2008: yo, recién cumplidos los trece años, llevaba meses enamorándome de Weezer gracias a Blue, Maladroit (2002) —su genial pero no increíble cuarto álbum—, Make Believe (2005) —realmente terrible, pero al cual le tengo cariño— y the Red Album, el nuevo lanzamiento de la banda. Así que ordené los dos discos que me faltaban para completar mi colección, Pinkerton y the Green Album (2001), y cuando llegaron decidí escucharlos en orden cronológico. Como ya mencioné, odié Pinkerton, realmente lo aborrecí, y después de escuchar Green —hecho por Rivers específicamente como el antídoto hiperdulce al “mal sabor de boca” que dejaba Pinkerton— lo puse hasta abajo de mi pila de CDs, lo catalogué como una anomalía, un infortunio, una desagradable mancha en la discografía de una banda infalible (¡ja!), y seguí con mi vida inocente. Curiosamente, no recuerdo cuándo cambió mi opinión respecto a Pinkerton, ni qué fue lo que suscitó ese cambio, pero por más de una década ha sido de mis álbumes favoritos; por mucho tiempo incluso opinaba que era el mejor álbum de rock de la historia (ahora ya no me molesto con catalogar cosas con tal absolutismo). No existen álbumes verdaderamente perfectos, pero éste sí es perfecto para mí: su producción sucia me fascina y le queda como anillo al dedo a estas canciones (y en realidad ni es tan sucia, sólo comparada con Blue; Pinkerton definitvamente no es lo-fi), de las cuales ninguna sobra: todas son geniales, divertidísimas e incluyen coros tan pegajosos como los de Blue, además de solos de guitarra que no puedo evitar tararear cada que los escucho. La letra íntima y confesional que tanto incomodó a gente hace 24 años siempre me ha parecido excelente, no por ser introspectiva y mucho menos poética, pero por lo directa que es, por ser cruda y sin filtro; hay mucho corazón en Pinkerton, muchos sentimientos bonitos y también mucho humor. Pero con el transcurso del tiempo también me he dado cuenta que tiene sus aspectos problemáticos: la mayoría de las canciones tratan sobre mujeres a las que Rivers no conoce pero a quienes idealiza y desea; el caso más extremo siendo “Across the Sea”, la cual sería una hermosa canción sobre el deseo de estar con alguien separado por un océano, si al centro de la rola no se encontrara la fetichización y exotización de la mujer asiática (Jenny Zhang escribió un texto excelente al respecto). Todavía disfruto muchísimo a Pinkerton, no porque niego que contenga este tipo de discurso nefasto, sino porque los he identificado y ahora disfruto de lo bonito mientras que soy crítico de lo negativo. Pero parece que todavía hay mucha gente que aún no es consciente de que Pinkerton no está lleno únicamente de cosas buenas y bonitas. Así que para cerrar este breve texto, quiero hablarles un poco sobre “Butterfly”, el cierre del álbum.


Antes de eso es necesario dar un poco de contexto. Como algunxs de ustedes quizás supusieron, el título de Pinkerton viene de la ópera Madama Butterfly (1904) de Giacomo Puccini. En ella, Pinkerton es un oficial naval que se casa con una niña japonesa de 15 años, Cio-Cio-san (chōchō, 蝶々, significa “mariposa” en japonés), a la cual abandona poco después de consumar su matrimonio para regresar a los Estados Unidos. Aunque nunca tiene intenciones de hacerlo, le dice que regresará cuando el petirrojo anide. Butterfly espera a Pinkerton y da luz a un niño mientras él no está. Cuando finalmente regresa tres años después, trae consigo a su nueva esposa estadounidense, Kate. Al enterarse de la existencia de su hijo, Pinkerton es incapaz de encarar a Butterfly. Ella acepta la oferta de que la pareja estadounidense críe a su hijo sólo si Pinkerton acude a verla. Sin embargo, antes de que él llegue, Butterfly se suicida. Rivers Cuomo eligió el título basándose en su idea de que Pinkerton era un imbécil marinero gringo similar a una estrella de rock de gira (“an asshole American sailor similar to a touring rock star”), o sea, similar a Rivers mismo.


“Butterfly” es la última canción del disco. Consiste sólo de la voz y la guitarra acústica de Rivers y un poco de percusión simple, cortesía de Karl Koch, el quinto Weezer. Es una canción realmente linda, tierna y vulnerable, y se destaca por entre las pistas ruidosas y agresivas que la preceden; no creo que nadie que haya escuchado Pinkerton no se acuerde de esta canción, aunque sólo sea por cómo contrasta con el resto del álbum. Aunque Rivers menciona a Cio-Cio-san en “El Scorcho”, “Butterfly” es la única canción que trata sobre Pinkerton y Butterfly, aunque no realmente. Según Squanto y pathy, contribuidores a Genius, “‘Butterfly’ es narrada desde el punto de vista de Pinkerton en Madama Butterfly [³]. Pero parece que no escucharon la canción con atención porque, para crédito de Cuomo, “Butterfly” tiene muchos más matices. De entrada, el primer verso más bien parece ser narrado por una figura infantil, que cuenta cómo atrapó a una hermosa mariposa en un frasco, pero que a la mañana siguiente había muerto:


Yesterday I went outside

With my momma’s mason jar

Caught a lovely butterfly

When I woke up today

Looked in on my fairy pet

She had withered all away

No more sighing in her breast


El coro es la disculpa, aparentemente del niño a la mariposa, por hablerla lastimado. Es una disculpa doblemente vacía, primero porque la voz intenta deslindarse de la responsabilidad de sus acciones al decir que no fueron adrede, y segundo porque responsabiliza a un deseo recurrente que no puede saciar, indicando que seguirá actuando de la misma forma:


I’m sorry for what I did

I did what my body told me to

I didn’t mean to do you harm

Every time I pin down what I think I want, it slips away

The ghost slips away


En el segundo verso no reaparece esa figura infantil, sino que la voz es adulta, aunque de igual forma es claro que no se trata de Pinkerton. Este verso incluye algunas frases que siento podrían incomodar, por lo explícitamente sexuales y directos que son: “Smell you on my hand for days / I can’t wash away your scent / If I’m a dog then you’re a bitch”. Después de ellos, Rivers regresa a la figura de la mariposa, cuando la voz llega a la realización de que su pareja es tan real e imperfecta como él, y pondera si es capaz de aceptarla así o si en realidad lo que necesita, lo que desea, es una vida de fantasía, de perseguir mariposas:


I guess you’re as real as me

Maybe I can live with that

Maybe I need fantasy

Life of chasing butterfly


El último verso, el más breve, es el único cuya voz claramente podría ser la de Pinkerton, ya que parafrasea diálogo suyo de la ópera: “I told you I would return / When the robin makes his nest / But I ain’t ever coming back”. La canción termina con la repetición de la frase “I’m sorry”, un eco del coro, incompleto e igual de vacío. A pesar de esa aparición de la voz de Pinkerton, para mí es claro que “Butterfly” no trata sobre Cio-Cio-san y él, sino de hombres como Pinkerton, hombres con nula responsabilidad afectiva. Por eso me parece un poco preocupante que la interpretación aceptada de una página tan popular como Genius sea una tan floja. Es claro que comprenden que Pinkerton es un imbécil, pero su interpretación tan literal (del título del álbum, ni siquiera de la letra de la canción) parece indicar que no entienden que no necesitas ser un marinero que embaraza a una niña y la abandona para regresar años después con una nueva esposa y llevar a la chica al suicidio, para ser un imbécil; la mayoría de los hombres fácilmente actuamos de forma similar, tomando y dejando ir cuando se nos antoja, sin consideración por los efectos de nuestras acciones en otras personas, sin la decencia de una disculpa sincera o la intención de cambiar nuestras conductas. Rivers Cuomo estaba consciente de sus actitudes imbéciles, y logra retratarlas de una forma velada pero clara, así que... ¿por qué hay gente que se niega a entender que "Butterfly" no es una tragedia, sino un retrato de la realidad?







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