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Los Señores Blues Band

Actualizado: 1 jul 2022

Canta Eric Gales en el séptimo track de su nuevo álbum que si “no has pisado la cárcel” y no has “dormido en las calles, no conoces el blues”. La premisa no nos sorprende, sobre todo si tomamos en cuenta que los mayores himnos del género dan cuenta de nuestra desgracia fundamental; “Si los problemas fueran dinero, juro que sería millonario”, asegura un dolido y desdichado Albert Collins que hace pensar en la famosa letra de su ahora legendario tocayo, Albert King: tal parece que todos hemos nacido bajo un mal signo. Afortunadamente para aquellos amantes del género que no pertenecen a la élite marginal del crimen y el infortunio, existen posturas mucho más democráticas respecto al ejercicio del blues; Los Señores Blues Band, agrupación compuesta por Leoncio Lara Bon (guitarra, antiguo miembro de Bon y los Enemigos del Silencio), José Areán (bajo y coros, también director de orquesta), Elohim Corona (batería, ex-Moderatto) y Marcello Lara (guitarra y voz, ex-Moderatto), nos comparten, previo a su presentación en el festival Vive Latino, las implicaciones de su proyecto blusero, un género que —afirman— es universal en cuanto a sus temas y a los sentimientos que produce.


***


Bruno: Tras haberse presentado en muchos bares de la Ciudad, tras haber tocado en lugares pequeños para pocas personas, Los Señores se presentarán una vez más en el Vive Latino. ¿Qué cambia para ustedes en su forma de tocar, en su setlist, en su disposición emocional, quizá, al presentarse en los escenarios íntimos del bar y del tugurio y, por otro lado, presentarse en eventos multitudinarios como lo será el festival?, ¿qué sale a relucir del blues en uno y en otro escenario?


Marcello Lara: Fíjate que yo hasta hace unos días pensaba que no había gran diferencia, pero platicando con los demás integrantes de la banda he ido cayendo en cuenta que probablemente sí va a haber que modificar un poco; porque lo que se necesita en estos escenarios tan grandes y en estos festivales es más bien una cosa más energética y no tan íntima, aunque se puede lograr un nivel de intimidad bien padre con todo y que haya un bonche de gente. No necesariamente tiene que haber 100 personas para lograr una intimidad, o 20 personas; puede haber 5000, 10’000, 20’000 para sentirla, y eso es algo que se logra con la música. Pero queremos hacer un show diferente, más energético, y traer una serie de invitados medio sorpresa que complementen la onda de la banda; vamos a traer una sección de metales e invitados que van a tocar ciertos instrumentos, no todo el tiempo, sino de vez en cuando. En lo personal, yo sí siento que el blues es una cosa tan mágica y que llevas tan adentro en la sangre y en el ADN que sale a relucir en cualquier escenario, aunque quizá lo más padre es estar en un lugarcito de 20 personas donde sientes el sudor y el calor y casi casi que cada que grita el cantante sientes su aliento. Pero en estas cosas grandes también se genera una energía bien padre porque a fin de cuentas la comunión de la música lo hace posible. La otra vez que tocamos en el Vive Latino fue una experiencia alucinante porque no pensábamos que nos fueran a recibir así. El blues se deja de lado muchas veces, aunque quizá menos de lo que pensaríamos; está muy presente en el rock y en el mundo urbano, que son más shuffleros y más cercanos al R&B. Hay una escena tradicional en México de mucho amor con y para el blues.


B: Has mencionado la importancia de los dinámicos en el blues, de tocar bajito, algo que se da mucho en la intimidad de los bares. Cuando tocan en lugares masivos, ¿no sacrifican estos detalles?


ML: La otra vez que tocamos en el Vive Latino sí; pero ahora, como tenemos más tiempo y no somos una cosa sorpresa… Porque esa vez fue salir como cuando sueltan al toro en las corridas, que sale enloquecido y con todo el hambre para matar. Esa vez salimos así y queríamos hacerlo todo en el menor tiempo posible, había que tocar pocas rolas pero muy prendidas y muy animadas. Con este set que estamos armando para el Vive Latino de este año sí podemos darnos el lujo de tocarlas calmadito y tener esta dinámica, y poder hacer un viaje emocional. Yo siempre digo que los shows de Los Señores son como un ritual catártico donde uno libera el espíritu. Entonces, sí queremos aventarnos a hacer una especie de set rápido-lento-rápido, justamente para mostrarle a la gente que si hay 1000 [personas], con 1000 se puede tener una intimidad, con 20’000, con 5000 o con 100.


B: Quería hablar un poco de la relación entre el blues y la edad. En una entrevista para el diario 24h, mencionas que se necesita toda una experiencia y un bagaje cultural para llegar al blues, como si se tratara de un queso añejo o de una cerveza artesanal; ¿en qué consiste para ti ese gusto adquirido?, ¿qué rol juega la madurez en el sonido del blues?


ML: Yo creo que el blues es una cosa a la que vas llegando poco a poco, que te va entrando en la vida poco a poco. No quiero decir con esto que si eres joven no tienes sentimiento; al contrario, en la juventud tienes muchísimo sentimiento, pero igual y no está tan bien encausado. Creo que los buenos bluseros llegan a ser buenos ya en la madurez. O sea, los prodigios son muy buenos desde jóvenes, pero siempre les falta un poquito de madurez. Nosotros nos llamamos Los Señores básicamente porque eso somos y porque nos dimos cuenta de eso: en este grupo el disfraz de chavos ya no cabe, ya no hay necesidad de disfrazar la edad. Yo, por otro lado, sí soy muy partícipe de la idea de que entre más cosas tiene uno vividas, entre más lee, entre más escucha, entre más sufre, entre más llora, entre más ríe y demás, más cosas tienes que decir. Quizá no hubiera podido tener un grupo de blues en mis veintes, por más que hubiera querido. Tampoco tenía la confianza con el instrumento como para hacerla. Aunque hoy en día, “a mi edad…”, como decimos los señores, ya no me importa ser el mejor guitarrista, nada más tener los chops suficientes para transmitir lo que quiero transmitir y hacerlo con todo. Cuando empezamos, hace como 4 o 5 años, hicimos un par de residencias en un lugar para chavos, para muy jóvenes, un lugar que no era ni de blues, ni de jazz, ni de rock; era un lugar de música electrónica que se llama Bar Oriente, aquí en la colonia Roma… La primera vez que fuimos dije “Híjole, los chavos nos van a odiar”, y no, para nada, como que les abrió la cabeza. No que todos se volvieron bluseros, pero sí les abrió el sentimiento, porque el blues es una cosa que es muy afín, muy cercana y hay algo ahí que te llama. Las canciones [de blues] tienen una cierta estructura que es muy familiar en muchas músicas: tiene mucho que ver con el mariachi y con las cosas que se hacen aquí en México, entonces no es nada ajeno. Se explica y se entiende mejor con el paso de la vida, pero no está peleado con la juventud.


B: Bon y tú mencionan que un evento que los marcó profundamente fue asistir al primer festival de blues de la Ciudad que tuvo lugar en la Sala Nezahualcóyotl a finales de los 70, se trata de un recuerdo de infancia muy preciado; Elohim comenta en el programa que grabaron para Canal 22 que lo primero que le enseñó su papá fue el blues y el motown. Entonces, aunque ustedes son ya señores y el blues es un género fundamentalmente viejo, hay algo de infantil en ese retorno musical; en ese sentido, ¿tú ves en este reencuentro con el blues un redescubrimiento de tu niñez, del juego, de la espontaneidad, de la capacidad de maravillarse?


ML: Totalmente, y ahora que lo mencionas sí lo voy a hablar con mi terapeuta (comenta risueño). Pero por supuesto, la idea de Los Señores es justamente regresar un poco a la inocencia de la ejecución de cuando empezamos a tocar. Todos los que tocamos empezamos muy chavillos; yo empecé como en la secundaria, sexto de primaria o primero de secundaria, y los caminos de la vida nos llevaron a dedicarnos a la música. Cuando hicimos Los Señores queríamos regresar justo a esa cosa como muy adolescente de juntarnos y tocar por el simple hecho de tocar. Ése fue el punto de partida para Los Señores, sobre todo Elohim y yo que venimos de un rollo como súper estructurado y súper grande que ya camina por sí solo y que casi casi nosotros somos invitados a un evento, o más bien somos parte de una cosa que ya no es nada más de los 5 que tocamos en el grupo, sino de 35 personas que están alrededor; queríamos regresar a esta cosa de poder tocar sin secuencias, de poder tocar sin restricciones, de poder tener improvisaciones, tener que cargar tu ampli. No tenemos mánager, entonces yo la hago de mánager muy mal: yo cobro, pero luego no cobro nada. Entonces, [se trataba de regresar a] ese tipo de cosas que vivimos en la secundaria y en la prepa, cuando empezamos; salvo contadas excepciones como Elohim o como Jay de la Cueva que ya eran profesionales a los 6 años. Pero uno no, uno tocaba en su fiesta de la prepa y tenía que cargar su ampli (yo por eso nunca fui baterista, porque qué flojera tener que andar cargando una batería y andar armándola y desarmándola). Pero sí, queríamos regresar a eso y podernos ver y sentir y tocar en estos lugarcitos pequeños y recrear esa cosa de volver a empezar. Definitivamente sí hay una cosa muy adolescente ahí, como un regreso a las raíces y un regreso a los fundamentos, porque a fin de cuentas el blues es eso, el fundamento de toda la música que he escuchado en mi vida.


B: Tú comentas en la entrevista para Guitarra MX que ante situaciones difíciles o de confusión, uno siempre regresa a lo conocido, a lo que le inspira seguridad, que en tu caso es el blues. Sin embargo, Los Señores comentan mucho que las canciones siempre les salen diferente, que nunca las tocan igual; frente a esta condición impredecible, y hasta cierto punto azarosa del blues, ¿dónde ves tú la certeza del género?, ¿cómo te inspira seguridad una música tan sujeta a las vicisitudes?


ML: Gran pregunta, interesantísima. Tiene, según yo, una cosa muy clara: lo padre del blues es que… no me acuerdo qué blusero lo dijo… que el blues es básicamente tres acordes y la verdad, entonces no hay de otra, si te pierdes… Por ejemplo, en un show de Moderatto, si te pierdes, ya te llevó el tren, porque no para; entonces si de repente te pierdes… “¿En dónde estás?” Pues probablemente nos vemos en el solo ¿no? Y hasta ese momento te puedes volver a subir al tren. Con el blues no, porque sabes que es la misma progresión una y otra vez; la seguridad está en esta aparente sencillez estructural y armónica del blues, con esos tres acordes y esa verdad te dice todo, y no hay manera de salirse de ello, o no hay necesidad de hacerlo, nada más es saber que tienes esa seguridad de que la estructura te respalda y que tú te puedes agarrar de ella en todo momento. En ese sentido inspira seguridad, aunque también está la seguridad de regresar a cosas que sabes que funcionan, y que no nada más te funcionan a ti o a los tipos con los que estás tocando, sino que funcionan porque han generado cualquier cantidad de músicas a lo largo de 200 años, entonces ésa es la seguridad que a mí me genera el blues. Nunca sale igual, porque siempre involucra mucho corazón, involucra una especie de porcentaje de error que en otras músicas ya no existe; aquí existe este porcentaje de inspiración, ayuda mucho que estés teniendo un buen día o que estés teniendo una buena noche para tocarlo. Entonces sí, es algo impredecible y predecible a la vez, porque siempre son los mismos tres acordes y siempre es la misma progresión.


B: Con motivo de esta entrevista, me di a la tarea de ver y escuchar las presentaciones de Los Señores disponibles en Youtube, y me di cuenta de que en la mayoría tocan sonrientes, se nota que gozan mucho la música; Elohím comenta que disfruta las interpretaciones de la banda por la comunión que se genera al escucharse y al reaccionar a lo que toca cada quien. ¿Cómo es posible que una música tan melancólica como el blues sea capaz de provocar tanto placer y hasta bienestar en sus intérpretes y en sus escuchas?


ML: Yo lo explico como esta fórmula matemática de que dos negativos hacen un positivo. Yo siempre pienso que en los momentos en los que estás más triste debes escuchar la música más triste posible, porque eso te va a poner de buen humor y eso te va a hacer sonreír. Eso pasa muchísimo con la música, y a nosotros nos pasa mucho eso que dices, que siempre estamos muy sonrientes tocando esta música tristísima, diciendo unas cosas ahí de que no tengo ni zapatos. Es un fenómeno que sucede cuando la música toca las fibras de tu corazón; y no nada más nos pasa a nosotros, le pasa a todo mundo, es algo en lo que siempre me fijo: puedes ir al bar del Sanborns o al bar del Wings y si hay un grupo tocando vas a ver cómo alguien del grupo sonríe aunque no lo esté pelando nadie, aunque estén tocando una música infame que ya ni les da ganas de tocar, siempre hay uno que está sonriendo porque hay algo en la ejecución de la música que conecta con ese músculo invariablemente, aunque no tengas pa’ comer, aunque no tengas pareja, aunque vivas una vida infame y terrible, siempre la música salva. Es eso aunado a lo que te decía: dos negativos hacen un positivo. Esta combinación hace que el blues sea tan sanador para toda una raza que ha vivido oprimida por 300, 400 o más años y que crearon esta música que los ha ayudado a sobrevivir la terrible opresión, y que han sido tan afortunados de compartir con el mundo.


B: Aunque ustedes retoman los temas de los grandes exponentes estadounidenses como John Lee Hooker, B.B. King, Slim Harpo, Muddy Waters… han lanzado ya sencillos en español como “Cenizas” y, especialmente, como “Botella envenenada”, que se adhiere a una tradición más bien latina al nutrirse del grupero; como exponente de la escena nacional del blues, ¿cuáles son para ti las posibilidades de apropiación o de asimilación del blues en la cultura y la sociedad mexicanas?, ¿cuáles son las correspondencias que se establecen entre las temáticas del blues y las condiciones del panorama latinoamericano, en general, y mexicano, en particular?


ML: Yo creo que la correspondencia es el sufrimiento y el malestar, la mala vida, por decirlo de alguna manera. Teniendo zapatos la puedes sufrir, estando limpio y bañado la puedes estar sufriendo permanentemente; el sufrimiento es una cosa que se comparte. De lo que nos dimos cuenta ahora con este ejercicio fue que todo viene de los mismos orígenes, de las mismas ondas, de los mismos sufrimientos. Por eso, cuando nos invitaron a hacer lo de “Botella Envenenada” (que, por cierto, fue una canción que nosotros mismos escogimos) nos dieron una lista como de 50 canciones de Cornelio Reyna; nada más vi el título y dije “Ésa”, así. Luego ya me enteré de que era la famosa de Los Temerarios y de que era de las canciones más famosas de Cornelio, pero simplemente por el título y la letra sabe uno que es una canción de blues, no es una canción nada más de ranchero, sino que es un blues, es un mariachi, es un ranchero, es un bolero terrible; ahí nos empezamos a dar cuenta de que existía esta correspondencia. Tenemos, afortunadamente, dos personajes que saben mucho sobre la construcción de la música como teoría (el maestro Areán y Bon), entonces el paso no fue tan difícil. También nos abrió el panorama como grupo a la posibilidad de que antes de eso no sabíamos si queríamos grabar un disco, porque grabarlo con nuestras versiones de Muddy Waters o de los clásicos, pues está padre pero tampoco tanto. Entonces cuando encontramos esta veta de canciones fue así como de “Uy, éste es el camino”, por eso grabamos “Cenizas”, por eso estamos grabando un par de canciones más así, por eso el disco completo va a ser una onda más en español, todavía más cercana a nosotros por la cuestión del lenguaje y por la cuestión de la experiencia y la vivencia.


B: También para aprovechar esa identidad mexicana ¿no?


ML: Sí, por supuesto. Mi sueño es ir a ciudades americanas a tocarles blues. Pero llegar y tocar Muddy Waters en Estados Unidos me da miedo, me da pavor, no me siento capacitado todavía; en cambio, llegar y tocar “Cenizas”, y enseñarles que también tenemos nuestros blueses me hace mucho más sentido en el corazón y en la idea de transmitir.









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