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Plagas - Kamada (2023)

Actualizado: 12 feb

Los que anden con fe y hambre de texto


Afortunadamente podemos comenzar por el principio. El álbum abre con “ENJAMBRE”, una breve canción-introducción de versos capciosos y simetrías silábicas, entre los cuales, la frase “los que anden con hambre de texto y fe son plagas” plantea una ambigüedad sintáctica que aquí se resolvió con el propósito de justificar una interpretación y resaltar una cualidad poética: la desnaturalización del lenguaje. 

La engañosa sintaxis permite leer la frase como un colectivo hambriento de contenido lírico y de convicción moral; sin embargo, una reorganización del enunciado, como la que se hizo en el título de este texto, alumbra otra lectura donde la plaga consiste en gente que tiene fe y sólo está hambrienta de textos. 

(Pienso, incluso, que hay que escuchar las canciones y leer la letra simultáneamente por lo menos alguna vez, quizá no la primera, pues hay que saborear el sentido cuando lo descubrimos habitando en la sorpresiva coherencia de rimas multisilábicas. Pero cuando alguna frase se resista a la interpretación, cosa que ocurrirá, antes de poner en práctica nuestras habilidades hermenéuticas, hay que verificar que no se está rompiendo alguna costumbre gramatical mediante figuras retóricas de construcción llevadas al límite, cantos que no respetan comas ni acentos o neologismos inesperados; ya que para lograr ese rigor métrico de rimas internas que caracteriza a Kelo y a Saje, en ocasiones la Kamada se ve en la necesidad, no sin maliciosas intenciones, de enrarecer aún más sus oraciones).

Pero, ¿qué es esa fe de la que habla el dúo argento? Esa plaga de gente con fe ¿a qué le tiene fe? Pues a que su estilo pegue y a que rinda ser auténticos, me podrán decir, aunque, ¿no será eso algo más adecuado a la esperanza, una forma de expectativa basada en múltiples factores? En cambio, la fe se distingue por tratarse de algo aún más solemne, una intuición sobre algo profundo que no puede desprenderse de su aura religiosa, empezando por la connotación bíblica del término “plagas”, asociado a un acto liberador que, en el contexto del hip hop, podría referir a la intención lírica de Kamada, pretendidamente introspectiva y autocrítica en contraste con la frivolidad del discurso mainstream. ¿Será entonces el deseo de romperla en la escena del rap algo legítimo a la fe? Puede que esté siendo dogmático, pero mi respuesta es que no.

No voy a ser el primero ni el último en comparar la experiencia artística con la experiencia religiosa, es un tema ampliamente discutido y documentado desde enfoques variopintos y yo y mi parcializada impresión seré uno más. Desde luego que sí, porque ¿cuál es la diferencia entre creer que algo es hermoso o grotesco y creer en Dios?

Si algo se le parece a la fe es el sentido estético del artista, algo como, insisto, una intuición (del valor, de la verdad, de la belleza, qué se yo), un estado mental alienado en una idea estética, un convencimiento absoluto de que se está dando existencia a algo nuevo. Digamos que puede ser la fe en la trascendencia de lo que se crea, que puede compararse al sentido paternal del Dr. Frankenstein. O hiperbolizando: tener fe en el arte es tener fe en la vida. 

Pero eso ya es muy general. Volvamos al punto: Kelo y Saje y su fe en el arte. Opino que deben de tenerle fe a lo que hacen no solamente por la década que le han dedicado a su proyecto musical sin que éste rinda frutos económicos muy vistosos. Kamada manifiesta su fe a través de un rap fronting que se alza frente a rivales de talla: el campo artístico musical y el lenguaje preestablecido. Por ejemplo esta crítica a la superficialidad de la industria musical y sus estándares de éxito, en el pegajoso coro de “SITCOM”: 

Ahora todos tienen mil shows,

bricks, hoes, deals con Billboard.

Están haciendo money en una sitcom

y yo no reniego, riego info.


Reiterando justo después, en una joyita métrica, que, en oposición a esos artistas superfluos, la Kamada está infravalorada: “es grosero que no se nos dé el consuelo de dos sueldos de seis ceros”. 

Me crean o no, la fe es certera, de manera que la actitud gallarda con que Kelo y Saje se encaran frente al mainstream es indicio de seguridad en sus creencias éticas y estéticas. Del lado de su ética personal y artística, las canciones son detalladas al enlistar los vicios de la industria a los que el dúo se opone, la sensualidad de la fama y la vacuidad de su estilo de vida. Se trata de una concepción romántica del arte, ya que de un código de conducta que atiende las críticas que hacen los raperos a los artistas comerciales y a su público, surge la posibilidad de crear un arte mejor. Es decir, para Kamada, el arte debe venir de la introspección, la cual es improbable con un estilo de vida lleno de vanidades y codicia. Al mismo tiempo, el dúo se asume como una empresa ético-estética incomprendida, tanto por sus colegas músicos (para los cuales despliegan un contenido demasiado elevado) como por las viejas generaciones (representadas por la voz sampleada de una madre ostensiblemente preocupada por la ociosidad de su hijo), hecho que los reviste de un estatus místico, marcado por el desprendimiento voluntario de la norma, que los sublima como anacoretas de la rima. Esto también se relaciona con el proceso de grabación que entablaron junto a Veeyam, su productor, con quien rentaron una casaquinta en una provincia de Buenos Aires para concebir el disco alejados de la ciudad y sus distracciones, como podemos comprobar en el documental que compartieron previo al lanzamiento del álbum.

De ahí viene la otra cara del disco, que apunta al mismo fenómeno pero desde la inquietud. Los paralelismos son tantos: es tan dramático como una crisis de fe. En “PLAGAS”, el envalentonado rap fronting se transforma en una introspección que oscila entre la egolatría y la autocompasión, pero con sexies skills que te distraen juguetonamente del mensaje, como alguien que te pellizca mientras te explica el dolor:

La biósfera es testigo

Sólo Dios verá el destino (y proveerá).

Me hice amigo de la soledad y dolerá

pero ser la novedad no será mi estilo.


Puritita fe que podemos sazonar con el emotivo “Diez tropiezos y estoy listo”.

Al final de cuentas, lo que subyace en esta muestra de destreza verbal, resentimiento, crítica, introspección, burla y egolatría, es la fe en que tiene sentido hacer música. El disco discurre una y otra vez sobre su lugar en el mundo, a veces desde la altanería y a veces desde la humildad, pero siempre desde la fe, que no parece ser únicamente Kelo y Saje aferrados a su intuición estética y a su filosofía del arte. Detrás de ellos se ha acumulado una verdadera plaga, una cantidad modesta pero muy leal de seguidores que cual hinchada apoyan y defienden al proyecto. Kamada agradece a su público con unos cuantos elogios a su inteligencia por saber apreciar sus canciones, cumplido que cómicamente invito a aceptar.

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