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Rita Payés en la Sala Roberto Cantoral

Desde la última reseña que escribí sobre un concierto en la Sala Roberto Cantoral —una pandemia atrás— hasta el que asistí el pasado 8 de septiembre, han cambiado muchísimas cosas. Para empezar, el espacio: en vez de estar en un rincón escondido dentro del barrio de Xoco, ahora está detrás de la infame Torre Mítikah; esto va de la mano, a mi parecer, con una ampliación general en los públicos asistentes, ya que cada vez se percibe menos como un lugar recóndito para públicos y gustos muy específicos, y el nombre va resonando más de boca en boca. Además de esto, el concierto del que ahora escribo, notarán, fue también distinto —aunque tampoco tanto— al anterior.

Hace ya varios meses que había comprado los boletos para el concierto de Rita Payés; un tiempo después de eso, ya iniciado el semestre, dio la casualidad que tendría un concierto ese mismo día, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Desde ese momento, supe que sería un día muy intenso, pero muy musical (de los que me gustan), y que de una manera u otra lograría arreglármelas. Así pues, llegó el segundo viernes de septiembre, y salí corriendo con mi acompañante, después de tocar, hacia el metro Hidalgo con destino a Coyoacán. Tal como se había calculado, llegamos a las 20:30, justo a tiempo para cenar algo y esperar unos minutos antes del concierto. En la recepción de la sala vimos varias caras conocidas (desde ex-compañerxs de escuela y colegas músicxs, hasta celebridades como la mismísima Silvana Estrada), y entramos en una dinámica de sonrisas tímidas, saludos leves con las manos y conversaciones casuales. Una de las personas que nos encontramos nos compartió su teoría: esa noche estarían invitados Daniel e Iván de Daniel, Me Estás Matando, y tras plantear sus argumentos no pudimos más que creerle y esperar que tuviera razón.

Por fin entramos a la sala, con mucha emoción pero sin saber que las expectativas con las que habíamos llegado serían enormemente superadas. En lo personal, conocía la música de Payés como dos facetas bastante contrastantes entre sí: la primera, su etapa infantil como jazzista prodigiosa salida de las escuelas de Joan Chamorro; después, sus canciones originales, que retoman ritmos populares de muchos países (entre ellos los boleros, que son los que tenía más presentes). Pero el concierto transcurrió como una mezcolanza de todo esto; no de una manera caótica o forzada, sino que siguió un flujo tan natural que no se distinguía el paso de una cosa a la otra. Tocó algunas originales (la más esperada, “Nunca vas a comprender”, hasta el final como encore), algunas inéditas (como su próxima colaboración con los augurados DMEM), algunos arreglos de canciones ajenas, algunos temas con la banda entera (con la peculiar instrumentación de batería, contrabajo, trombón, guitarra acústica y eléctrica, cada músicx de altísimo nivel), algunas sólo con su madre y guitarrista, Elisabeth Roma. Aunque casi todas sus canciones fueron arregladas con una estructura más jazzística en la medida en la que contaban con vueltas de solos instrumentales, durante todo el concierto se pudo experimentar una amplia gama de sonoridades, que iban desde los ritmos latinoamericanos hasta la improvisación libre, pasando por el pop e incluso un atisbo de flamenco. Por otro lado, también encontró un balance entre tocar lo que claramente tenía un valor personal (canciones que resonaban con ser madre e hija, acorde al peso tan significativo que tiene la familia para ella), y lo que el público probablemente esperaba; de cualquier manera, dudo mucho que alguien se hubiera podido molestar con ella, con sus tímidos pero sinceros agradecimientos entre cada acto, y su música, tan cargada de belleza.

En fin, no me detendré a describir cada una de las canciones que tocó ya que la lectura se volvería tediosa. Sin embargo, espero que el suceso descrito hasta ahora haya podido hacer justicia expresando lo mágico e inspirador que resultó la experiencia en vivo. Ya desde el 2021 elogiábamos en Cluster al incluir su disco entre los favoritos del año, y es que la música de Rita es un proyecto joven, auténtico, innovador, íntimo y hermoso; escucharla en vivo no te permitirá tener ninguna duda al respecto.

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