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Foto del escritorAlex Ramírez

Ton 618

Hace casi exactamente ocho años Bloc Party sacó su último disco, un EP de diecinueve minutos con canciones que, en otra época de la banda, no habrían llegado ni a un B-sides. Ninguna de las seis canciones de The Nextwave Sessions alcanzaría el éxito crítico y comercial de cualquiera de los sencillos de mediados de los 2000 que los catapultó al estrellato. Un par de canciones intentan rescatar la actitud post-punkera de la banda, “Ratchet” y “French Exit”, pero, en gran parte, la estrepitosa energía que durante casi una década los caracterizó estaba completamente drenada. La agrupación no había logrado recuperarse emocionalmente de su hiato de años anteriores y el regreso era todo menos triunfal; lo poco que tenían en sus pulmones lo gritaron con Four, del 2012, y el siguiente intento era pírrico: rememorando con nostalgia una gloria pasada y esforzándose, ultimadamente en vano, por desenterrar la esperanza de que la banda podía seguir, que el tiempo es ilusión y que nada había cambiado. Unas semanas después del lanzamiento de The Nextwave Sessions, Matt Tong anunció su salida de la banda; antes del siguiente disco, Gordon Moakes también dejaría la agrupación.

Un año antes sacaron Four. Four, que por ninguna coincidencia fue también su cuarto disco, se siente desapegado a la trilogía de discos que lo precedió, tanto por tiempo como por el momento que vivía la banda. Creo que para este punto todos sabían que la aventura estaba llegando a su fin. Los meses de explosión creativa de años anteriores se habían cristalizado en recuerdos. Pero, a su regreso, se entregaron por última vez a esa energía. Meses después, y como era de esperarse, llegaron a un pacífico acuerdo por dejar las cosas quietas, por tomar nuevos caminos y embarcar en nuevos proyectos. Kele, el vocalista, se quedó en Bloc, pero Bloc ya no era Bloc, ya había cambiado. El cambio, sin embargo, no vino con tibieza. Canciones como “Octopus” o “3x3” o “Coliseum” o “Kettling”, de Four, dejan clara la agresividad de la banda, las tensiones por las que estaban pasando, y la manera catártica y, algunos dirían poco sana, de lidiar con sus problemas. Pero también “Real Talk” o “Truth” o “Day Four” recuerdan a lxs amantes de Bloc que la banda es mucho más que riffs acelerados y una batería imparable; que saben cuándo quitar el pie del acelerador y disfrutar del paisaje.

Four no es Silent Alarm, no es Kele mentándole la madre a Oasis antes de un concierto, ni tantos sencillos que se empalmaban entre discos. No es la euforia del Bloc Parte de los 2000. El disco salió en el 2012, todos los integrantes ya tenían más de treinta, la angustia adolescente de tiempos anteriores había sido reemplazada por la monotonía adulta (que trae consigo sus propias angustias). Four es el último disco de Bloc Party y erróneamente ha sido ignorado bajo el pretexto de que el mejor momento de la banda ya había terminado. En lo personal lo veo como una melancólica, y agresiva, carta de despedida. La banda tenía que cambiar, y lo hizo, pero se encargó de que su despedida fuera digna del grupo que revivió el post-punk en el nuevo siglo.

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